Ruta de Las Turberas

Casares – Las Turberas – Casares

Esta ruta permite al visitante disfrutar del paseo por la zona conocida como Las Coteras, Breñas y Las Turberas, íntegramente en el municipio de Molledo, aunque muy próximo su límite suroeste con Bárcena de Pie de Concha. Transcurre por espacios muy humanizados, creados en busca de un mayor aprovechamiento ganadero. Además se pasa por ecosistemas tan singulares como turberas, landa atlántica o acebales, y muy cerca del Pico Jano en su cara norte, la menos antropizada de dicho monte. El camino de descenso es un continuo mirador del valle de Iguña.

Distancia: 9 km.

Tiempo: 3h

Desnivel: 400m. en los primeros 4´5 km. luego descenso.

Exigencia: baja

PAISAJE, FLORA Y FAUNA

La ruta permite contemplar, durante todo su recorrido, vistas del tramo medio del valle de Iguña, en cuyo fondo discurre el río Besaya (agente modelador del valle) que entra por Bárcena de Pié de Concha, una vez atravesadas las pronunciadas Hoces, y abandona el valle por Las Fraguas en dirección a Buelna. En este contexto paisajístico destaca el Pico Jano, el de mayor altitud de la zona- alcanza los 1.290 metros-, a cuyos pies se extiende el mencionado valle, y por cuyas proximidades transcurre el camino. El nombre de este pico trae resonancias de los tiempos de la romanización de Cantabria y hace recordar al dios romano Jano, el de las dos caras (hay que apuntar que Jano era el dios de los rebaños). El paisaje, en general, a lo largo de la ruta tiene un especial interés por la mezcla de espacios “naturales” en el norte y hacia la zona del embalse de Alsa, al sur, y otros “tocados” por el hombre (al este y oeste), en convivencia bastante equilibrada; en estos últimos espacios se percibe cómo el aprovechamiento ganadero, ha sido el motivo de la profunda transformación del paisaje y ha propiciado el predominio de prados de diente y siega y que se ha adueñado de grandes extensiones de territorio.

En cuanto a geomorfología la ruta transcurre sobre un levantamiento que forma una terraza en la margen derecha del río Besaya, con un relieve llano y laderas muy suaves de base arcillosa. En la zona existe un espacio de gran singularidad: se trata de una amplia zona de turbera aún activa. Se trata de lugares que estuvieron encharcados y donde, desde tiempos pretéritos, se acumuló una gran cantidad de materiales vegetales y leñosos transformados, con el paso del tiempo, y convertidos en turberas.

En cuanto a flora hay que señalar la presencia de manchas de acebo, avellano y sauce; también de forma aislada abedul, espino albar o manzano silvestre, pequeñas plantaciones de pino y en menor medida eucalipto, que poco a poco suplen el aprovechamiento ganadero de los prados por el forestal.

En la zona más alta aparecen pastizales -donde es fácil encontrar ganado paciendo-, con predominio de brezo, tojo y helecho, que crean un paisaje de matorral en el que se mezcla el estrato arbustivo y el herbáceo.

En relación a la fauna, la zona es hábitat de jabalí, zorro, liebre, comadreja, tejón, topo, topillo, erizo, etc. Entre las aves, se pueden contemplar becadas, perdices, carboneros, rapaces: ratonero, azor, halcón, cernícalo y, como especie de gran porte, el buitre, abundante en esta zona por la proximidad de la colonia de esta especie asentada en Pico Jano-. Asimismo se dan reptiles como el lagarto verde, el lución, la lagartija  turbera o el eslizón; y anfibios como la salamandra, el sapo común, el tritón o la rana bermeja.

ETNOGRAFÍA Y ARQUITECTURA

El mantenimiento de los prados es una tarea importante que, en general, en todo el valle tiene lugar cada año. El descenso del número de la cabaña ganadera ha reducido considerablemente esta actividad, aunque siga realizándose; son “prados de siega y diente”. Los prados normalmente se segaban con el “dalle” (guadaña), al que invariablemente acompañaba la colodra (recipiente hecho de cuerno de vacuno o de madera para contener un poco de agua y la piedra de afilar; el segador la llevaba colgada al cinto y, en muchas ocasiones están bellamente decoradas), el martillo y el yunque para “picar” el dalle, y el rastrillo para “atropar” (recoger) la hierba. Otros útiles son el “rozón” (con el que se cortaban los helechos, brezos y “escajos”) y la horca o garia (para recoger la hierba). A todo lo mencionado se unía el carro; antes de introducirse el de eje metálico, en Cantabria se utilizaba el carro “chillón”, cuyos ejes eran de madera y producían los “chillidos” que terminaron denominando al vehículo. Una vez segada la hierba y “atropada” (juntada formando montones para que se seque), se cargaba en el carro y se llevaba a los pajares de las casas o a los invernales. La actividad de la siega, desde el punto de vista etnológico, ha creado toda una serie de instrumentos, actividades y expresiones lingüísticas que todavía permanecen en la actividad cotidiana de nuestras gentes y que forma parte de nuestro patrimonio.

Antiguamente, al parecer, los habitantes se fijaban mucho en el Pico Jano, el monte más alto que divisa y controla todo el valle de Iguña, pues les ayudaba a predecir el tiempo; cuando se metía la niebla en su cumbre se decía que llovería pronto, y así se decía: “Arrebol por Jano, agua por la tarde o más temprano”, o “Arrebol por Jano, agua tarde o temprano”.

En cuanto a arquitectura, destaca la Torre de Quevedo en el núcleo de Quevedo (próximo a la ruta), vivienda-fortaleza del linaje de los Quevedo, construida en el siglo XV y declarada Bien de Interés Cultural en 1992. Es una maciza construcción de planta cuadrada, con cuatro pisos y cubierta moderna a cuatro aguas. Sus muros son de mampostería, con sillería en esquinas y vanos. Éstos son escasos, dado su carácter defensivo, aunque se han añadido más en épocas posteriores y algunos conservan arcos apuntados o de medio punto rebajado, con guardapolvos y alféizar resaltados con molduras de bolas… Su carácter defensivo se aprecia también en elementos como los matacanes y las aspilleras. Muy cerca se halla una pilastra tallada de 1547 en la que aparece el escudo de los Quevedo con la leyenda: “Yo soy aquel Que-vedó el que los moros entrasen, y desde aquí se tornasen, porque así lo quise yo”, que hace referencia a la derrota de los moros por parte de Don Diego González de Iguña, en el siglo VIII.

Llama la atención el singular “Caserío Redondo”, de la primera mitad del siglo XIX, que aunque está incluido en el Inventario General del Patrimonio Cultural de Cantabria, como Bien Inventariado, actualmente se encuentra en estado ruinoso. Su fábrica es de mampostería; su tejado, de teja árabe a un agua; y su  planta, a modo de anillos concéntricos.

En otro pueblo cercano, San Martín, destaca su iglesia románica, del siglo XII (ábside con canecillos y capiteles como los de la iglesia de Cervatos), con reformas posteriores. En sus alrededores, al igual que en Moroso, se descubrieron restos de una necrópolis de la Alta edad Media, con tumbas de lajas.

 

RECORRIDO DE LA RUTA

1.   La ruta sale del pueblo de Casares. A unos 200 metros de las últimas casas, un camino a la derecha con firme de grava blanca se interna entre prados llanos y cercados, en cuyos bordes aparecen de forma aislada roble, avellano y espino.

2.   El paseo llega a un cruce; continuamos de frente, dejando a la izquierda una pequeña plantación de pinos. Más adelante otro nuevo cruce y la ruta va hacia la derecha nuevamente, hacia los pinos.

3.   En este momento se asciende una pendiente suave entre sauce y avellano con presencia de algún abedul joven. Dejando una nave y un caserío ganaderos a la izquierda, y en continuo ascenso por el camino de grava blanquecina, se deja a la derecha un camino de tierra y hierba para continuar en ascenso por una zona de landa atlántica formada por matorrales, principalmente brezos y escajos o tojos a ambas manos. Toda esta zona izquierda se conoce como Las Coteras.

4.   Más adelante aparece un cruce; tomando el camino de la derecha y continuando con el ascenso, se alcanza la zona de Breñas, a la izquierda, amplia, llana y fragmentada en fincas, normalmente con un caserío, y utilizada para pastos.

5.   En este espacio, bajo la subestación eléctrica, se toma un cruce hacia la izquierda con firme de tierra, piedras sueltas y hierba; hay que sobrepasar (cruzar?) dos pequeños arroyos.

6.   Más adelante se alcanza una gran finca cerrada, conocida como Las Turberas, donde es frecuente encontrar pastando caballos, vacas y ovejas.

7.   Bordeando esta gran finca por su margen izquierda, aparece una gran cantidad de pequeños acebos de forma dispersa, manchas que, según asciende la ruta, se va haciendo más densa y se mezcla con avellanos.

8.   Atravesando esta zona, La Jesa, el sendero se cruza con la carretera que baja del embalse de Alsa, la cual se debe tomar para bajar al pueblo de Bárcena Pié de Concha. Unos 200 metros más abajo hay un afloramiento rocoso con paredes muy verticales, adaptado a la escalada, y conocido como el Portillo de Jumedre. A partir de ahí todo el camino de bajada es un continuo mirador.

9.   El camino desciende por la carretera sobre las turberas y el valle de Iguña de fondo. Pasa muy próximo al Caserío Redondo, localizado en el área conocida como Campo de los Higos. Se trata de una edificación singular de uso ganadero, con planta circular y con un patio interior, hoy en estado de abandono.

10. Tomando la segunda salida hacia la derecha en descenso, sobre un firme de grava flanqueado por matorral – helecho, brezo y zarza-, se alcanza la zona de Breñas, en este caso por su lateral sureste.

11. Después de tomar un cruce a la derecha y otro a la izquierda, la ruta nos devuelve al pueblo de Casares, de donde partió la ruta.